Franz

Franz estudia primero de Derecho. Por las mañanas va a la facultad, por las tardes acude a la biblioteca a estudiar durante un rato y por las noches, después de cenar, se encierra en su habitación hasta pasada la media noche.

Franz estudia en una de las universidades más prestigiosas del país. Sus padres están haciendo un sacrificio sobrehumano para poder permitir que su hijo se gradúe en esa universidad, pero hace ya unos meses que Franz devuelve los cheques que sus padres le envían para poder pagar sus gastos de vivienda, alimentación y libros.

Porque Franz ha encontrado una entretenida y lucrativa manera de pasar las noches y costearse sus estudios. Todas las noches Franz entra en diversos portales de juego on line y prueba su suerte en el blackjack online, una suerte que cada noche lo sonríe, con una sonrisa cada vez más grande y brillante. Al principio ganaba pequeñas cantidades, pero, con el tiempo, fue aprendiendo y, a día de hoy, puede vivir holgadamente su vida de universitario, sin tener que recurrir a la ayuda de sus padres.

Franz es un chico con suerte, lo ha sido toda su vida, y probablemente ese sea su pequeño pecado, que esa estrella que siempre brilla sobre él ha hecho que Franz no necesite trabajar duro para conseguir las cosas.

Ha logrado entrar en una de las mejores universidades del país, obtiene unas notas brillantes trabajando la mitad que sus compañeros y logra un buen pellizco de dinero cada día, pues los juegos de azar no se le resisten.

Pero además de usar el dinero para costearse sus estudios, Franz invierte una parte de sus ganancias en conquistar el corazón de Ingrid, la chica pelirroja de la clase de Derecho Penal que se sienta delante de él. Lleva varios meses intentándolo, pero la chica siempre logra esquivarlo. Sin embargo, Franz sabe que tarde o temprano la conseguirá, porque él siempre consigue todo lo que se propone.

Le ha comprado un gran ramo de rosas rojas y una gargantilla con una piedra preciosa de cuyo nombre ya no se acuerda, pero que le costó mucho dinero. Ha llegado a clase antes que ningún otro y ha dejado el regalo sobre la mesa en la que siempre se sienta Ingrid.

Cuando Ingrid ha visto el regalo, se acercado a Franz, sonriente como es habitual en ella.

-Franz, agradezco el detalle, pero me temo que una vez más voy a tener que decirte que no. Todo este tiempo lo has estado intentando y yo siempre te he dado la misma respuesta. ¿Acaso te crees que por gastarte dinero en un bonito regalo voy a cambiar de parecer? Lo siento, Franz, pero no, las cosas no funcionan así.

Franz había quemado su último cartucho, y entonces se dio cuenta de que nunca lograría conquistar el corazón de Ingrid fácilmente.

-Franz, en esta vida no se puede tener todo. O se tiene suerte en el juego, o se tiene suerte en el amor. ¿Y sabes una cosa? El amor no se puede comprar.